La librería Beijing Morning Light, reconocida como la más grande de China, ha cerrado sus puertas, un hecho que subraya la creciente presión ejercida por el gobierno sobre las instituciones religiosas. Este cierre es un reflejo de las restricciones cada vez más estrictas que enfrenta la comunidad cristiana en el país.
La situación ha generado preocupación entre los fieles y defensores de la libertad religiosa, quienes ven en este cierre una limitación a la expresión de sus creencias y un ataque a la cultura cristiana en China.
Este desarrollo se enmarca en un contexto de vigilancia y control gubernamental que ha ido en aumento en los últimos años, afectando no solo a las congregaciones, sino también a los espacios comerciales que apoyan y difunden la literatura cristiana.